EL ARTE DE GRACE

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miércoles, 5 de agosto de 2009

SOLEDAD


Me permito poner aquí éste post publicado en el blog UFA! (el link: en los Blogs que me copan)

"Su propia muerte cuelga verde y sin dulzura como un fruto en ellos que no madura"

R.M Rilke. Libro de las horas.

Si hay algo que forma parte de la vida, a veces por períodos prolongados o más cortos es ella, la soledad, además de la existencia de personalidades definidas como solitarias, materializadas por hábitos de vida, aislamientos voluntarios místico religiosos. El ser social deja de prevalecer y triunfa más que en un individualismo concentrado que no excluye la sociabilidad, sino la desconexión total o parcial de un mundo que nos rodea. Cierto que los hay involuntarios por imposición o castigo pero esta categoría carece de validez para los fines de estas reflexiones.
La soledad a veces manifestada en exclusivo interior, a veces expresada fuera del yo por actitud, fisonomía. Desolación ya es otra cosa. Dice el diccionario que es la falta de compañía. Me parece una definición parcial e insuficiente. O lugar desierto, sí pero aquí hablamos de personas aunque uno puede ser el portador de su propio desierto.

Dicen los psicólogos que en realidad la soledad real y concreta son estados normales y naturales presentados en nuestra vida bajo determinadas condiciones. Una de ellas es la salida de la adolescencia.

No es lo mismo ser solo que estar solo, algo de ello comenté líneas más arriba. Sus consecuencias pueden llevar a desear la muerte, aislarse por largo tiempo, a sentimientos desgarradores con la consecuente depresión. Como vemos la soledad está allí, agazapada algunas veces, apoderándose de nosotros en otra. Lo cierto es que ella configura personalidad. Es hito omnipresente, acechante, oportuna, inoportuna. Combatible en rechazo conciente, voluntario o inconciente, instintivo. No hay edades aunque parecería manifestarse con más frecuencia y profundidad en los ancianos. La búsqueda de contactos humanos, la compañía puede ser un paliativo, un placebo, solución en la medida de intentar sostener una actitud positiva de superación.

Es común conocer a personas que quedan solas o viven solas porque la vida así lo ha determinado. Cuando se toma contacto con ellas intentan monopolizar conversación, hacernos destinatarios de todo aquello incontado para nadie. Por momentos se tornan pesados y patéticos, hablando todo el tiempo de sí mismos. Requieren paciencia y sobre todo comprensión libre de toda actitud caritativa. Por supuesto que el solitario, cuando ha dejado atrás su personalidad, el saber qué es o quien es o ha sido, su historia inmolada por una enfermedad, la desmemoria , recibe sin saberlo uno de los peores castigos del destino.
Visto lo hasta aquí dicho te paso a contar el máximo ejemplo de soledad que ví o interpreté así hace años en un parque. Seguro, de haber intercambiado con esa persona algunas palabras mi impresión habría desaparecido, pero esa escena me vuelve a la memoria cada vez que pienso en la soledad.

Estaba en el parque Gorki de la ciudad de Moscú. Un bello lugar donde la gente paseaba y se reunía, reía en un día de verano de un mes de julio. Días largos de temprano amanecer y muy tardío atardecer. La ciudad un hechizo imposible de entrar en mi imaginación o con posibilidades de conocerla desde tiempo. Curioso, la visité dos veces. Había en el parque un pequeño anfiteatro , escenario techado, un piano de cola blanco, algún micrófono para hablar, dar un discurso o lo que fuera, como ví en Londres a aquellos predicadores o vaya a saber qué parados en una pequeña plataforma portátil de madera. La presencia de ese anfiteatro desmentía la impresión de censura y restricción propias de ese momento, cuando la URSS comenzaba a desmoronarse.

Cerca de ese sitio unas pequeñas mesas altas sin asientos visibles, próximas a unas máquinas expendedoras de cerveza y lavadoras a su vez de los jarros de vidrio. En una de ellas estaba un ruso. En sus dos manos, como un pulpo apresados tantos jarros por sus manijas como podía trasportar. Los puso sobre esa mesita, prendió un cigarrillo y comenzó mirando a la distancia, al vacío, a la nada a tomarse las cervezas. Inmutable, siempre en la misma posición, volviendo a encender otro y otro cigarrillo. Me alejé para no perturbarlo, lo observé a distancia.

Siguió igual largo, larguísimo rato. No sé cuanto tiempo. Y yo imaginé, lo clasfiqué con posible ligereza, lo denominé el monumento a la soledad, hasta me atreví a señalarlo como el prototipo del lobo estepario.. Se comprende el porqué de mi clasificación. No intercambié con él palabra alguna, respetuoso de esa , su soledad, y porque no tenía la menor idea del idioma.
Seguro sería uno de los tantos alcohólicos moscovitas. Seguro de soledad intrínseca ni atisbos. Seguro de esa soledad intrínseca, su alma desbordada.

Chau y hasta la próxima.

Nota: también la soledad es una tonada andaluza de carácter melancólico o copla con esa música y también danza.
Publicado por Macachines en 2:46


Agrego lo que dijo Carlos Rúa en su programa de radio "El Loco de la colina" (l a v, 23 a 01 por Radiouno FM 103.1 Mhz) :

El tiempo de la soledad es bueno para crear,
pero genera fantasmas...

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