EL ARTE DE GRACE

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miércoles, 17 de junio de 2009

Triste atardecer


Ah, que hermoso día de invierno. Me quedé profundamente dormido y llegué tarde al laburo, lo que nunca desde hace un buen tiempo. Tranqui una vez apersonado en el cotidiano yugo, me tomé dos tés y me comí un rico alfajor de chocolate, me leí el Clarín (Ustedes perdonen, pero es el único diario que nos dejan conseguir) y en el transcurso de una relajada jornada laboral publiqué el post anterior de los apreciados Bori-bor. En honor a la verdad hubo un instante en que estaba conversando con un compañero de trabajo, en que tuve una sensación de inefable y desesperada congoja, esas "micro premoniciones" de finitud, de muerte. Pero pasó y ya.
Luego de una larga ducha caliente, y con todo el tiempo del mundo, salí nuevamente al hermoso sol de la tarde para cumplir con mis deberes de ciudadano que paga los tributos del reino provincial y mandarme luego al Super para reponer la vacía alacena de casa.
Con mis gatos esperándome agazapados sobre el tapial de la entrada hogareña y mis perros detrás del portón, hice mi entrada triunfal mientras promediaba la tarde de un esplendoroso día. Un poco de música, alimentar a los bichos, tomarse unos mates y prepararse para una siestita, que no tomé porque ameritaba escribir ésto en mi blog.
Mientras atardecía tristemente, pensé en darte el beso que nunca te pude dar, Fernando, agradeciéndote por, de alguna manera, el haberte conocido.
Hasta siempre, y que descanses en paz...turro!

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