Luego de una larga ducha caliente, y con todo el tiempo del mundo, salí nuevamente al hermoso sol de la tarde para cumplir con mis deberes de ciudadano que paga los tributos del reino provincial y mandarme luego al Super para reponer la vacía alacena de casa.
Con mis gatos esperándome agazapados sobre el tapial de la entrada hogareña y mis perros detrás del portón, hice mi entrada triunfal mientras promediaba la tarde de un esplendoroso día. Un poco de música, alimentar a los bichos, tomarse unos mates y prepararse para una siestita, que no tomé porque ameritaba escribir ésto en mi blog.
Mientras atardecía tristemente, pensé en darte el beso que nunca te pude dar, Fernando, agradeciéndote por, de alguna manera, el haberte conocido.
Hasta siempre, y que descanses en paz...turro!
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